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NARA, LA CHICA DE LAS BOTAS MÁGICAS

Recién había cumplido mis seis años de vida, siempre me sentí como la niña más feliz del mundo entero. Desde que nací me convertí en la adoración de mis padres y llegué para llenar de mucha felicidad su hogar. Mis padres llevaban casi 10 años juntos y no habían podido tener hijos, así que cuando llegué a su vida se llenaron de una felicidad indescriptible.

Vivía muy feliz con mis padres, me llenaban de amor, toda la atención era para mí. Éramos una pequeña familia, vivíamos muy lejos de nuestros familiares así que eso fortalecía

nuestra unión, solo nos teníamos los tres, pero eso era más que suficiente para formar una familia muy feliz.

Mi madre es una mujer estricta y me ha educado con mucha disciplina, pero un lado tierno salía a la luz con su pequeña familia y en especial conmigo, sus ojos brillaban cuando miraban a los míos y una hermosa sonrisa resplandecía en su rostro con cada ocurrencia mía. Mi padre es el hombre más dulce, siempre tiene una palabra especial para dedicarme.

Me sentía como la niña más feliz de todas, tenía una familia perfecta.

Mis padres se trataban con mucho amor y cuando tenían algún problema con paciencia le buscaban solución. Por esto me sorprendí una tarde en que al llegar del colegio los vi peleando, mi madre lo miraba con mucha rabia y la dulzura que siempre vi en el rostro de este hombre se desvanecía mientras se gritaban el uno al otro.

Ese ha sido el peor día de mi vida, no entendía nada. Esa noche no pude dormir y mis padres habían estado alejados de mí.

Después de esa terrible discusión no volvimos a ser la misma familia de antes, desde entonces observaba en silencio como había cambiado el trato que se daban mis padres y día tras día las discusiones eran peores. Pasó cerca de un mes desde aquel día y mis padres me llamaron porque debíamos tener una conversación importante, sentí que algo andaba mal y tenía toda la razón porque desde entonces todo cambió en mi vida.

Mis padres me dijeron que iban a separarse, que ya no viviríamos los tres juntos. Sentía mi corazón roto, no sabía qué decir y no entendía bien lo que ocurría. Ellos no me explicaron nada, decían que eran cosas de adultos y que debía decidir entre ellos, me colocaron entre la espada y la pared. Realmente no sabía qué camino tomar, amaba tanto a mi mamá como a mi papá y ahora solo podía tener a uno…

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